Esa pregunta se la viene haciendo la comunidad científica todos los días.
A pesar de la maravillosa precisión de los procesos de regulación del cuerpo humano que reparan e intentan controlar cualquier anormalidad, existe siempre la posibilidad de que algo salga mal. Pensemos que una deformación minúscula en una célula, de las millones que se producen casi a diario, puede degenerar en cáncer. A esto se le llama Mutación y es un proceso que ocurre normalmente. Pero además de este proceso fortuito, la alta exposición que los seres humanos tenemos a diversos agentes químicos, físicos y biológicos ha multiplicado enormemente la posibilidad de desarrollar un cáncer.
Existen muchas sustancias químicas carcinógenas (la nicotina, los preservantes de los alimentos) capaces de producir radicales libres en el cuerpo, siendo éstos una de las causas de daño celular más frecuentes. Este daño da lugar a una rápida sustitución de células. Cuanto más rápida sea la división celular, mayor será la posibilidad de mutación.
Desde hace algún tiempo, los científicos se han preguntado cómo se protegen las plantas de los peligrosos rayos ultravioleta, infecciones bacterianas o virales, pesticidas, y otros químicos causantes de los peligrosos radicales libres. Adivinen dónde han encontrado la respuesta: En sus colores. Se ha demostrado que son los pigmentos que dan su color a las frutas y vegetales en general, los que las preservan de estas agresiones.
Los efectos benéficos sobre las plantas nos inducen a pensar que estos potentes pigmentos, conocidos en química como flavonoides antioxidantes, pueden tener un papel activo tanto en el control de radicales libres que dañan la membrana celular como en la protección del ADN celular, evitando así mutaciones y reduciendo considerablemente los riesgos de cáncer, sobre todo en el tracto digestivo y también reduciendo la incidencia de enfermedades crónicas degenerativas (cardiacas, neurológicas y procesos naturales como el envejecimiento).
Los flavonoides, según sus variantes químicas se clasifican en 6, y una de estas clasificaciones es especialmente conocida por sus grandes propiedades antioxidantes. Hablamos de las Antocianinas, pigmento de color morado que se encuentra en abundancia en las uvas, la beterraga y el maíz morado.
Así es, nuestro querido maíz morado, infaltable en nuestra dieta bajo la forma de chicha morada o mazamorra, posee en sus células un 63% de antocianinas.
Lo mejor de las antocianinas es que no se destruyen con el calor, como sí lo hacen otros pigmentos saludables como los carotenos de las zanahorias o el licopeno del tomate. Las propiedades de las antocianinas permanecen intactas y concentradas en el líquido morado que obtenemos al hervir el maíz.
Entonces, a partir de ahora, cada vez que tome un vaso de chicha morada o coma una mazamorrita de maíz morado, recuerde que está tomando el mejor medicamento que pueda encontrar para prevenir la aparición de cáncer y las enfermedades cardiacas.
Fuente: Revista digital Ciência e Tecnologia de Alimentos vol. 24 no.4 Oct./Dic. 2004
Imágenes: Buongiorno-romania.ro, Peruecologico.com.pe, Jpe-asturias.org, Peru-recipes.com
Tags blogalaxia: Cáncer, Antioxidantes, Nutrición, Frutas, Maíz morado.
Etiquetas : antioxidantes, cancer, frutas, Maíz, morado, nutricion
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